Ron de Venezuela, Gestación de un producto de origen

Con sello de ricas y soleadas tierras

Aun cuando el ron venezolano no ha estado impregnado, durante su pasado reciente, por el glamour que le confirieron a su pariente cubano (el ron blanco) las rutinas etílicas del escritor norteamericano Ernest Hemigway, quien hizo célebres a El Floridita y el daiquirí que allí bebía ritualmente; o a la Bodeguita del Medio, donde ordenaba el imprescindible mojito, preparado con ron blanco, limón, hierba buena, azúcar, agua con gas y hielo; no cabe duda de que en estos tiempos de globalización el ron venezolano tiene mucho que decirle a insólitos y remotos consumidores, quienes están lejos de saber que este ron detenta la denominación de origen Ron de Venezuela.

En este mundo globalizado en el que los consumidores vierten en bitácoras virtuales sus experiencias etílicas, nos encontramos con chicas de Pamplona o muchachos de Murcia, que describen con pasión noches de barranco o tardes de cata, en compañía de un dorado ron venezolano. Resaltaba por su originalidad el comentario de una muchacha que había seleccionado el ron Cacique «porque era el único ron, que no es cubano, al menos de los que conozco, así que entre los brazos de un ron venezolano, llamado Cacique, ahogué mis últimos jadeos ojerosos». Y luego, unas líneas más abajo, la muchacha se dedica a describir minuciosa y apasionadamente su experiencia sensorial al degustar uno y otro trago de esta bebida. Sin embargo, esa capacidad del ron dorado venezolano de llevar a esas versiones modernas del éxtasis a ciertos jóvenes europeos tiene un especial telón de fondo asociado a su geografía tropical. Sus tierras ricas y soleadas, los vientos que mantienen un ritmo constante, y las lluvias abundantes durante todo el año, favorecen el desarrollo de altas concentraciones de sacarosa en el tallo de la caña. Estas condiciones inciden en el proceso de envejecimiento, en el cual el alcohol es capaz de envejecer tres veces más rápido que en otros países. Esto permite obtener a partir de estos alcoholes los más finos y exquisitos rones, con características únicas.

Cualquier pituitaria refinada disfrutaría plenamente del olor meloso y a la vez amargo de este destilado de la caña de azúcar. Sin embargo, no todos los rones tienen ese aroma que en Venezuela se relaciona con el color ámbar, solo aquéllos producidos en los valles de este país tienen ese balance aromático.

Detrás del sabor especial del ron venezolano se encuentran también los procesos de elaboración que distinguen nuestro ron de otros destilados y que ha permitido a los productores nacionales optar a la clasificación de denominación de origen. De la mano de compañías como Complejo Licorero Ponche Crema, Ron Santa Teresa, Diageo y Destilerias Unidas, el ron ha mejorado su calidad gracias a la industrialización de los procesos involucrados en su fabricación y al estricto control al que es sometido, tanto por los fabricantes como por representantes del gobierno, quienes están obligados por Ley a vigilar no sólo el pago de los impuestos, sino que el producto sea fabricado de acuerdo con los parámetros determinados por la Norma Covenin y la Ley de Alcoholes.

El ron venezolano tiene características diferenciadoras desde el momento en que se escoge la materia prima: mientras en el Caribe el aguardiente se fabrica con jugo de caña, en Venezuela se emplea como ingrediente base el alcohol de melaza, que es el extracto fermentado de los azúcares de la caña y cuyo contenido de fusel —como se conoce a los alcoholes con más de 3 átomos de carbono en su molécula, y cuyo olor y fuerte sabor prácticamente anula al resto de los alcoholes— es bastante bajo.

La segunda diferencia está en cómo se destila el aguardiente. A diferencia de otras bebidas alcohólicas destiladas en alambique, los rones venezolanos son procesados en 5 o 6 columnas de destilación de acero inoxidable. De este procedimiento se obtiene un alcohol limpio y fino, que después de añejarse durante por lo menos dos años en barricas de roble blanco americano, obtienen el carácter que lo distingue como uno de los mejores del mundo.
El contacto con la superficie quemada de la madera le confiere al ron venezolano un color amielado y un sabor complejo que mezcla vainilla, madera, frutas y especies. Dicha estructura dependerá del número de años que el líquido pase dentro de la barrica —en Venezuela es obligatorio un envejecimiento de por lo menos dos años—, y luego de cómo el maestro ronero escoja el alcohol de los distintos toneles para crear un aguardiente en particular. Por ejemplo, en el caso del Ron Ocumare Gold Reserve, los alcoholes mezclados tienen un añejamiento de entre 4 y 12 años. Para la producción del Ron Antiguo de Solera 1796 se utilizan rones con 15 años de maduración.

Uno de los mejores sitios para apreciar la técnica detrás de la elaboración de esta bebida son los galpones de almacenamiento. Allí, miles de barricas llenas de alcohol de melaza reposan bajo el calor, la humedad y el silencio. Quienes han cruzado las puertas de estos almacenes, aseguran que el aire que se respira adentro es uno de los más frescos, pues a través de los poros de la madera se desprenden moléculas de alcohol que saturan el ambiente y al evaporarse bajan unos grados la temperatura del lugar. Esta merma de alcohol, a semejanza del proceso de destilado del whisky, se llama la porción de los ángeles.

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