Ensayo sobre el ensayo venezolano

 

Cuando buscamos el significado de la palabra ensayo en el Diccionario de la Real Academia Española, aparece una definición que nos dice: «Escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito».

Esta definición es consistente con el carácter informal y de trabajo en proceso (lo que los sajones llamarían work in progress) que caracteriza a las obras que uno podría clasificar en este género. El ensayo sería entonces un género literario en que las piezas susceptibles de ser clasificadas como tales pudieran concebirse como una fotografía de la actividad del pensamiento. Pero no una fotografía  hecha por un amateur tomada como una instantánea, sino algo más y mejor estructurado. Más bien como una fotografía hecha por un profesional. Con planeación, con una lógica, con imaginación. E incluso con armonía y belleza, la de las palabras y las figuras de la lengua que se pueden construir con ellas.

El autor de un buen ensayo avanzaría en el texto a lo largo de una ruta poco lineal, más bien meándrica, como la de un río que corre por un terreno plano, en el que los ligeros declives (colinas o montículos) en el terreno, han trazado, con la lógica de azar y necesidad con que hace las cosas la naturaleza, el cauce sinuoso.

El ensayo ideal sería aquel en el que el lector puede acompañar al autor (porque éste no los ha borrado) por caminos que el autor al final desecha porque no conducen a ningún lugar, y son como calles ciegas. Es decir, un ensayo que ha dejado las huellas (que de algún modo revela las costuras) del proceso original del pensamiento del autor, es un hermoso ejemplo de este género. Y sin embargo, con esto no quiero decir que un ensayo no pueda o deba (por culpa de este desideratum de honestidad, de transparencia, por así decirlo) buscar verosimilitud, tal como lo hace el discurso del cuento o el de la novela, y construir en ocasiones destellos de ilusión, y hasta de suspenso, chispas que puedan dejar ciego al lector, arrojándole súbitamente al fondo de lo que éste pueda creer son pozos de lucidez enceguecedora. Porque el esclarecimiento súbito, a semejanza de la epifanía, asombra, crea perplejidad en aquel que lo experimenta.

Puedo jurarle a mis lectores que la lectura de un gran ensayo abre la mente, la puede cambiar totalmente, puede mostrarnos un mundo, o un ángulo del mundo que conocemos, que no creíamos que pudiera existir antes de leer ese ensayo. Y esto a causa de esa capacidad de los ensayos de funcionar como tegumento o goma que une y reúne y deja pegadas, por instantes o por años, ideas, conceptos, aspectos de la realidad que antes de leer el ensayo pensábamos no tenían conexión alguna. Me gusta esa metáfora entonces del ensayo como la tela de una araña.

Y pasa algo más con los grandes ensayos. Que están vivos. Porque, si queremos ser precisos, deberíamos decir que los ensayos, no son tanto la tela de la araña como la misma araña que teje esa tela. Uno mismo, luego de leer ciertos ensayos, se queda prolongando mentalmente los hilos que el ensayo que se acaba de leer mostró formaban parte de la misma tela, del mismo todo, del mismo sistema. Y al hacer este ejercicio mental, estamos prolongando el ensayo. Le damos nueva vida. Lo llevamos un poco más allá de esos puntos que su autor señaló y nos dijo que estaban conectados.

Me refiero a que a menudo los ensayos nos invitan a que desarrollemos el argumento del ensayista unos pasos poco más allá. Y esto lopodemos hacer, a veces porque tomamos más riesgos que el autor, otras veces porque tenemos más (menos) cultura o una cultura distinta de la que él tiene. Y esto nos permite unir cabos (aspectos del tema) que el ensayista no unió o no se atrevió a unir para evitar sonar ridículo o absurdo o poco convincente. Así es cómo nos topamos con aspectos nuevos que no aparecían en el ensayo original. Y de repente, nos damos cuenta que no es que hemos escrito un nuevo ensayo sino que, con ayuda de nuestra imaginación, hemos prolongado esos hilos argumentales que el ensayista, en ocasiones, solo había sugerido. Pero esta apariencia del ensayo como algo vivo depende también de otra cosa. De que ambos, el ensayista y el lector sean seres libres. Se permitan imaginar haciendo caso omiso a barreras morales, ideológicas, de clase, de raza, o de cualquier otra naturaleza. La libertad es condición sine qua non para leer y poder comprender lo que quiso decir el autor. Para conectarnos con el autor. Porque la libertad es una condición necesaria para, en primera instancia, poder escribir un gran ensayo.

Y esto, la importancia de la libertad para escribir un ensayo, proviene de que en el ensayo no son los hechos, el mundo de lo fáctico, lo que cuenta, sino el criterio, el buen juicio, el juicio agudo, del ensayista. Recíprocamente, para leer un gran ensayo, para poder ponernos en la piel, alma y corazón del que lo escribió, es necesario poder imaginar la circunstancia a la que el ensayista hace referencia en el ensayo, y este acto de imaginación requiere, siempre, libertad.

Respecto a ese aspecto al que hace referencia la definición de ensayo que nos da la Real Academia, el de que «no se muestra el aparato erudito», debo agregar algo. Es posible que el ensayista no tenga el deber de mostrarlo, pero cuanto más culto (erudito) sea éste más probable es que pueda hacer, en su ensayo, conexiones inesperadas, relaciones interesantes, iluminadoras, que aclaren aquel aspecto de la realidad que el ensayo ha seleccionado como tema, o que muestre ángulos novedosos de ese aspecto. En este sentido, en el ensayo hay algo de la invención. Con la diferencia de que el invento, se suele saber con claridad para que sirve (la rueda, por ejemplo, cuando la inventaron se hizo más fácil el transporte de cosas pesadas y de gente, por ejemplo), en cambio el ensayo, aún si es genial, no es fácil saber de qué modo contribuye con algo de la vida. Cómo un ensayo genial nos hace la vida más fácil. Porque muy a menudo no contribuye con la vida. Pero la enriquece.Leer a los grande ensayistas de Venezuela y el mundo nos puede hacer hombres más éticos, más consecuentes con la libertad y la justicia, más honestos, o más enamorados de la imaginación, pero no necesariamente más ricos, ni ayudarnos a correr más rápido 100 metros planos, ni facilitarnos la tarea de cortar mil naranjas en media hora, ni permitirnos reordenar en cinco o menos segundos un cubo de Rubik de 3×3.

Se puede juzgar la calidad de un ensayo de acuerdo con diversos atributos. Entre ellos se destacan la originalidad y la multiplicidad de lecturas que es posible hacer de ellos. Este segundo atributo está relacionado con la diversidad de ideas a las que un ensayo dé cabida. En un buen ensayo, siempre es posible pescar ideas nuevas. Cuanto más informal, cuanto menos académico y riguroso sea un ensayo, mas probable será hacer una lectura fructificante que revele un ángulo nuevo del pensamiento de un gran intelectual, estadista, escritor, científico, etc. Porque hay ensayos por género. Literarios, científicos, políticos filosóficos, históricos, etc. El ensayo pierde en método y rigor académicos lo que gana en la calidad del juicio de quien lo escribe. Es decir, un ensayo no puede dejar de revelar la opinión de quien escribe. El ensayo es por esta razón una oportunidad (para quien lo escribe, pero también para quien lo lee) para desarrollar el criterio. Término que se refiere a la capacidad de formular una opinión sobre el mundo, las cosas y los seres vivos que lo pueblan que vaya más allá del me gusta que vemos a diario en las redes sociales.

El filósofo, escritor y humanista francés Michel de Montaigne (1533-1592) es el padre del ensayo.Sus célebres Essais fueron publicados en 1580 y marcaron la pauta del género. La tradición que nace con esos ensayos, se propagó como un delta por las culturas, francesa, germana, sajona e incluso hispana.Entre los grandes ensayistas de todos los tiempos hay figuras como los británicos Francis Bacon y Thomas Carlyle, los franceses Jean Paul Sartre y Albert Camus, los norteamericanos Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau.

En América latina ha habido también grandes ensayistas. Los ensayos literarios de Jorge Luis Borges (1899- 1986) son de los mejores en su género en toda la historia de la literatura. Son diferentes pero no menos inspiradores los ensayos políticos de escritores e intelectual es como el argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), el uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), o el dominicano Pedro Henríquez Ureña (1884-1946),

Ese pensamiento propio del ensayo lo inauguran en Venezuela los hombres de la Ilustración. Simón Rodríguez, Simón Bolívar, escribieron  grandes ensayos. Otros buenos ensayistas venezolanos, son: Mariano Picón Salas (1901-1965), Mario Briceño Iragorry (1897-1958), Isaac Pardo (1905-2000), Arturo Uslar Pietri (1906-2001), Juan Liscano (1915-2001). Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela y pensador de la democracia venezolana publicó importantes textos sobre política y economía que podrían clasificarse como ensayos. Venezuela, Política y Petróleo es uno de esos textos. Un poco más jóvenes son la tríada de ensayistas: Guillermo Sucre (nacido en 1933), Jose Ignacio Cabrujas (1937-1995), y María Fernanda Palacios (nacida en 1945).Y aún más jóvenes lo son escritores como Tulio Hernández, Nelson Rivera, Leonardo Padrón.

(Originalmente, esta página no iba a contener un texto sino sólo una lista de reseñas de libros que pudieran ser clasificados como «ensayo venezolano». Pero para no defraudar las expectativas de decenas de lectores que acuden a este blog buscando algo más, los editores de este blog hemos decidido preparar una lista antológica y mucho más completa de ensayos y ensayistas de los siglos diecinueve y veinte en Venezuela. Esperamos publicar esta lista antes de que concluya este 2015.)

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Las fantasías de Juan Bimba (2011)
Axel Capriles
Taurus, 220 pp

El autor analiza mitos y estereotipos con que los venezolanos construimos una imagen distorsionada de nosotros mismos. Los mitos de El Dorado, Maria Lionza y Kanaima; los estereotipos de Juan Bimba y la gozadera; el arquetipo del alzao, configuran el espejo cultural cuyo reflejo nos impide analizar objetivamente nuestra realidad, y entorpece el desarrollo de rasgos que nos formen como ciudadanos de una nación democrática democracia que avanza hacia el futuro.

María Lionza, como figura religiosa trascendental, es el símbolo de una invasión irracional que compensa las actitudes de la consciencia colectiva negada a aceptar los opuestos que actúan desde el inconsciente. Como religión sincrética, reune muchas de nuestras contradicciones. (p. 259)

Alfredo Boulton y sus contemporáneos: Diálogos críticos en el arte venezolano, 1912-1974
Ariel Jiménez, editor
Fundación Cisneros
392 pp

Este magnífico libro ofrece a estudiosos e interesados en el arte del siglo XX, la documentación indispensable para comprender las obras, ideas y problemas de este período, desde el Impresionismo de la Escuela de Caracas hasta el desarrollo del Cinetismo. Se divide en dos partes “Figurar a Venezuela, 1912-1949” y “A la altura de los tiempos, 1949-1974”; cada una de ellas con estudios que contextualizan al lector y le ofrecen un marco referencial de la época así como documentos históricos e imágenes que dan cuenta de los problemas del período.

Los ensayos de influyentes pensadores venezolanos y latinoamericanos como: Roldán Esteva-Grillet, Marco Negrón, Sandra Pinardi, Elías Pino Iturrieta y Maciá Pintó amplían las nociones artísticas que se tiene del arte venezolano contemporáneo. La columna vertebral de esta obra es la visión artística de Alfredo Boulton, crítico de arte e historiador venezolano cuyas ideas ayudaron a formar la identidad de la Venezuela contemporánea. Editado por la Fundación Cisneros, el libro estuvo a cargo de Ariel Jiménez, curador de la Colección Patricia Phelps y del Museo de Arte Moderno Jesús Soto. Jiménez seleccionó los documentos y manuscritos que formarían parte de esta “pequeña enciclopedia” –como él mismo la llama– del arte venezolano del siglo XX. LN

El Cíclope Totalitario
Nelson Rivera
Editorial Debate, 2009
414 p.

Por: Jeanette Rojas Montserrate

Este libro compila artículos y ensayos (algunos editados, ampliados y corregidos) que, desde el año 2004 ha publicado el conocido escritor, ensayista y periodista venezolano Nelson Rivera. El libro incluye además algunos textos inéditos. Desde la primera página, la lectura de este impresionante trabajo nos deja una especie de agobio desalentador que inmediatamente coloca al lector entre la aceptación y el rechazo. Lo que provoca esta sensación de desasosiego es el triste descubrimiento de la naturaleza de ese ser con el cual convivimos cada día: el hombre. Los relatos de antisemitismo, discriminación racial, genocidios o magnicidios, consideraciones que presentaban una cara en cierta manera distante, han transitado entre nosotros por más tiempo del que nos gustaría reconocer. “La guerra es lo impensable. Lo inimaginable”. Así inicia Rivera su narración del oprobio, desterrando a cada lector de ese mundo que piensa real y repatriándolo al eje de la destrucción humana, aquel mundo donde los unos discriminan a los otros como ratas, hasta el punto de una violencia que se acerca a lo dantesco.

Los desencuentros de la política venezolana (2008)
José Antonio Rivas Leone
Fundación para la Cultura Urbana
134 pp

Por: Jeanette Rojas Montserrate

La política venezolana ha sido particularmente turbulenta durante los últimos cincuenta años. Presidentes con formas de pensamiento completamente diferentes han liderado la democracia desde 1958 hasta nuestros días. Durante este tiempo, han aparecido y desaparecido numerosos partidos políticos, el pueblo ha cambiado de opinión con respecto a sus gobernantes, en fin, entre pasiones y odios hemos pasado por grandes cambios a lo largo de nuestra historia. Este ensayo constituye una retrospección de la política venezolana, un trabajo que es necesario revisar para volver a esos momentos que definieron nuestra política y que son los causantes de lo que vivimos hoy en día. A lo largo del libro, el autor, no solo revisa el pensamiento político venezolano sino también el latinoamericano. Con este fin, utiliza como eje de análisis y argumental los partidos políticos, que han sido y debieran seguir siendo los actores fundamentales de toda democracia. Ese camino que hemos recorrido en los últimos años de vida política es un mensaje que tiene mucho que decirnos, no sólo de los procesos actuales sino del futuro de la democracia en Venezuela.

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